Conseguir que la gran mayoría de nuestro alumnado tenga mentalidad de crecimiento es uno de los grandes retos que tenemos como profesionales de la educación. ¿En qué se caracteriza la mentalidad de crecimiento y la mentalidad fija? ¿Qué podemos hacer en la clase para promover una mentalidad de crecimiento?
Vivimos en una sociedad en la que la inmediatez hace que la persistencia y la constancia sean elementos difíciles de observar. Hay alumn@s que al percibir que un contenido o una actividad es difícil no persisten porque tienen la creencia que nunca lo sabrán hacer. Ponen énfasis en una capacidad o una inteligencia fija, sin ser conscientes que el trabajo, el análisis de lo que le están pidiendo puede hacer mejorar su capacidad, su habilidad o hacerle mucho más competentes en una cosa concreta. Este concepto lo define Carol Dweck como mentalidad de crecimiento. Vamos a ver con más detalle en qué consiste la mentalidad de crecimiento y la vamos a comparar con la mentalidad fija.
Muchos quizás pensamos que la mentalidad fija puede ser inherente a alumnado con menor competencia curricular. Pero no es así. Si observamos a l@s adolescent@s de nuestra clase podemos ver que entre el grupo de alta competencia hay muchos de ellos o ellas que atribuyen sus éxitos a sus capacidades. Perciben que si una cosa les cuesta y no la saben hacer, no conseguirán que les salga bien a pesar que dediquen tiempo y se impliquen. También nos podemos encontrar alumnado con rendimiento curricular más bajo, que tienen mentalidad de crecimiento. ¿A qué es debido? Dado que han tenido que trabajar de forma persistente para conseguir ser competentes y superar alguna barrera, han experimentado que la constancia da sus frutos y saben que fijarse en lo que les piden y no rendirse, puede tener un efecto directo con los buenos resultados.
Conseguir que la mayoría del alumnado tenga una mentalidad de crecimiento permitiría que diera lo mejor de ellos mismos. A su vez, serían más persistentes en los retos y se mostrarían más motivados. También vivieran las dificultades cómo una oportunidad de mejora. Vamos a ver algunas de las cosas que podemos hacer para conseguirlo:
- Es muy importante que cuando demos feedback a nuestro alumnado sobre una tarea lo hagamos con contenido descriptivo. No se aconseja decir: “¡me encanta, eres un crack!” o “Estoy orgullosa de ti, te ha quedado muy bien” Estas frases aunque son positivas están carentes de información que le permitan al alumn@ identificar el porqué de la calidad de la tarea. Y también convierte al alumnado en adulador de adultos, de los cuales necesita constantemente la aprobación. Si la información no es descriptiva en otras ocasiones no sabrá que tiene que hacer para hacerlo de forma correcta. Y si no lo hace bien, se pensará que ya no es un crack o que ya no estamos orgullosos y por tanto el control de la calidad de su tarea no recae en sobre cosas concretas sinó sobre una habilidad que percibe como fija. Entonces, ¿qué tendríamos que decirles? Vamos a ver un ejemplo: el alumno o la alumna hace un dibujo muy bien hecho. En este caso le podemos decir que observamos que ha trabajado con precisión el contorno de las figuras, que el coloreado es muy uniforme y no se observan trozos no pintados. Otra opción podría ser por ejemplo comentar que han conseguido mantener la lámina pulida, etc. La idea es describir de forma cualitativa cuáles son los indicadores de éxito de la tarea. Haciéndolo así la próxima vez que el alumnado tenga que enfrentarse a una tarea similar sabrá que tiene que hace para hacerlo conseguir una buena producción.
- Carol Deweck pone énfasis en utilizar la palabra “todavía”. Esto permite poner el foco en el proceso y no en lo que sí sé hacer o no sé hacer ahora. A su vez, utilizar “todavía” emplaza a seguir trabajando para conseguir lo que uno se propone.
- Es importante generar expectativas de éxito en los procesos de aprendizaje del alumnado. Cuando sienten que el profesorado confía en ellos, acostumbran a implicarse más en la tarea. Recordad el estudio asociado al efecto Pigmalión.
- No penalizar el error. Hay que vivir el error cómo una oportunidad de mejora. El error nos informa de que requiere de nuestra atención y en qué tenemos que seguir trabajando.
- Hay que poner el foco en el proceso, no tanto en el resultado como se acostumbra a hacer. Aprender cómo se realizan las cosas potencia el aprendizaje procedimental, haciendo que a la larga la competencia del alumnado pueda favorecer otros aprendizajes, garantizando así un aprendizaje exponencial.
- Acompañar el proceso de reflexión del aprendizaje que están haciendo a partir de la metacognición y las rutinas de pensamiento.
- Demostrar a través de la aplicación real del proceso vinculado a la mentalidad de crecimiento que el alumnado puede mejorar. Si yo lo vivo en primera persona, me será más fácil creerme que puedo hacerlo. Así fomentamos la persistencia, la constancia y la motivación en los retos.
Os enlazo un vídeo en el que se ofrece una buena opción para dar feedback al alumnado. Buscar los indicadores de éxito conjuntamente con el alumnado y crear espacios de evaluación dónde ellos den el feedback que han recibido, los hará mucho más competentes.